sábado, 5 de noviembre de 2011

VIII Ah, esta extraña vida

Ah, esta extraña vida





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Ah, esta extraña vida





No debemos cotorrear de ustedes, fibrosos desalmados.
Nada te fuerza a su imperio esquivo.
Nada nos impide callar dudoso.
Entonces, ¿Por qué no callar discretos?

¿Las hortensias en Vilches y en la infancia?
¿Qué urge el no silencio?
¿A qué dudas caviladas?
¿Como principiante que si declara
o no declara? Y llega otro y se la lleva?

Una rosa calla, y habla, y enternece.

Libremente, ¿cuán libremente? ¿lo sabes?
pero en fin, si eliges indagar ¿o fuiste forzado?
¿Poseéis aquello que no controlas? y pienso.

Al fin algo de asertivo     pero a dudar y temer
acostumbran 17.

Si en pregunta,
¿Abrigas dependiente el aura certera
mágica que informa vuestro espejo casual y tenue?
Hay algunos que se miran y no ven.
Otros miran desde adentro.
¿Cuáles son los privilegios?

Ayer puse el espejo en la jofaina
y vi al diablo,
al sutil y poderoso.

¿Si?, ¿Lo sabía todo? ¿Ya nadie lo recuerda?
Si lo vuelves a soñar, pregúntale por Paula
¿Dónde tu anillito de serpiente en acecho?

¿O tan solo metáfora en cansancio, en uso por pereza,

platónica herencia que nos forma
no menos floja,
y diestra
y hermoso lastre?

La sombra de una rosa, la sombra de una fresia, la sombra de una sombra.

¿Con cada torpe palabra que se anuda al blanco de la página,
o desmonta de su engarce provisorio
el blanco descubre en azoro su destino
de eterno hábil sueño que figuran?

Y les adorando encontró un becerro.

¿Será la sintaxis, no, el arduo construir significado,
mas fluido develar la noche eterna?

¿Tal vez el diestro ángel dicte los entuertos?
¿Un ángel conocedor de los vacíos arcanos pendencieros?
¿Y qué si el grillo ya no consuela?
¿Dónde comprarás los jacintos ahora que sólo rocas?

¿Este lápiz de formón no igual destino ejerce
sobre el ya preñado inquieto,
según el gusto de la moda en curso, de ilusorio,
no más facilitaría los dictámenes del mensajero neblinoso?

Pareciera imagen confortante – serena –
la profunda caverna de las sabias formas preexistentes.
Yo era una sombra
ahora que Paula no me mira
soy la sombra de una sombra.
¿Y acaso Paula sea el sol?

Allí estabas en mi sueño, y ahora soy el soñado:
Ay de la sombra permanente como arroyo que se quiebra.

Si los arduos artistas artesanos soñadores
compran devaluar el trabajo de sus mentes,
zombies,
y la mente de sus manos,
meros caprichos de magia develante,
¿Por qué debiera intentar renuente sacarles, un dejo,
deste su más dulce y confortante y nuestro engaño?

Ah Paula, no dejes yo de soñarte     de soñarme.

¿Qué derecho tengo, dónde mis escudos, cuál es
el que emana atractante aroma angélico?

Si el engaño placeroso nos parece deliciosa fresca realidad
más cierta y trascendente,
más Paula, más sol, más Luna,
más Venus confluencias,
prestos soñarían textos de luz
bajíos en el principio el verbo y sus tinieblas
y dispersas;
aunque estaba demorado.

Ya ven, más no tanto, mejor
al lleno de posibilidades principio y vida
que une, y desune, y fortifica,
anula,
y el sudor, siempre el sudor,
y nos vuelve y permanece,
la fuente de toda muerte viva,
y contento   o sabiduría,
y el sudario, siempre el sudario,
vida tiempo:
Y el marchito, siempre el marchito
en las sombras y emboscadas, los espejos
en lo oscuro?

No debemos cotorrear de ustedes almados maderos,
muy hace un año, tuve una ilusión.
Pero el boldo ya no florece. Y oscuro en el recuerdo.

Del certero trabajo de la mente infunde la forma esquiva
ya donde antes nada excluye, ya salvo inerte, ya través sus hábiles,
y éstas las palabras
ustedes, no, igualmente, agregan nada:

Ni cruces, ni rosas, ni griales, ni abalorios.
Pero a veces
o meros decires y signos torpes y sueños lacios, y nada triste
la nada por delante     siempre la nada por delante.

Tampoco llamarían seráfico
al cierto influjo social o de la historia destratada:
los mayores, la herencia que nos forma, deformes,
que nos rosacruces, que nos fresiarrosas,
que nos fija como huidiza sierpe entre las rosas y las tumbas.

Miren, ahí están, y qué bellos y qué vivos ¿y qué eternos?:
Puras palabras. ¿En qué otro momento somos más que menos?

Ay Paula, ¿dónde el madero que nos une?
¿Dónde el privado que nos queja?



Un mural, un almadero, y, el autor: de quien soy: un hermano




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